domingo, 4 de septiembre de 2011

"Los impuestos sobre la tierra son de una Izquierda Regresista"




La instalación del "Plan Real" en 1994 para solucionar el problema endémico de la inflación en Brasil catapultó a Fernando Henrique Cardoso desde el Ministerio de Economía al sillón presidencial en 1995, lugar que ocupó por dos períodos, hasta 2002. Sociólogo recibido en la Universidad de San Pablo y profesor de varias universidades, durante los años `60 Cardoso fue uno de los principales ideólogos de la Teoría de la dependencia, que postula que el orden mundial propicia y profundiza el subdesarrollo de los países del tercer mundo en beneficio de los países desarrollados. Durante su mandato llevó adelante la privatización de grandes empresas estatales, controló la inflación y enfrentó una crisis económica que derivó en la devalución del real en 1999. Hoy es presidente honorario del Partido de la Social Democracia Brasilera (PSDB).
PILAR BESADA
"Normalmente no hablo de educación. Yo soy profesor, no educador", aclaró en línea con su perfil académico el expresidente brasileño Fernando Henrique Cardoso, que visitó Montevideo esta semana para inaugurar el primer Congreso Intercultural de Educación que organizó la escuela y liceo Elbio Fernández. El exmandatario y sociólogo, que llegó a Montevideo invitado por el expresidente Julio María Sanguinetti, festejó sus 80 años en junio. El hecho motivó a la actual presidenta Dilma Rousseff a reconocer la gestión de Cardoso, aunque Lula guardó silencio. En Montevideo, Cardoso habló de la "anestesia" que provocó Lula en los brasileños, la corrupción en su país, las perspectivas ante la crisis económica mundial, los gobiernos de izquierda, Mujica y las medidas de "agresión a la propiedad" que se aplican.
-Hace un tiempo usted dijo que desde los tiempos de Lula Brasil está como anestesiado, y que no se llevan adelante algunos cambios fundamentales.


-Sí. Brasil ahora vive un momento de euforia. Porque hay un crecimiento económico, que no es tan grande como se imagina. El crecimiento promedio de Brasil no es elevado, sigue siendo de alrededor de 4% que en comparación con Chile o con Paraguay no es tanto. Pero sin embargo el crecimiento es continuado, y eso da una cierta sensación de que estamos mejorando. Lo cual es verdad. Pero eso disminuyó un poco la capacidad crítica. La gente acepta con más docilidad las decisiones, porque todo va bien, la nave va. Es un poco un fenómeno de anestesia. Principalmente a lo que hace a la corrupción. Que es muy fuerte, y es escandalosa, pero no pasa nada. Hay denuncias, a menudo las personas tienen que salir de sus cargos, pero la sociedad no reacciona. Yo creo que corrupción siempre hay, pero quien está en el gobierno no puede dar excusas a la corrupción, tiene que estar en contra. En los momentos de Lula se decía `No es tan grave, son los compañeros`. Creo que la presidenta actual está reaccionando en contra de eso.
-Esta semana se supo que Brasil creció menos de lo esperado en el trimestre. ¿Cree que se acerca una nueva crisis?
-Lo que pasó es que el ministro reconoció que la economía no va a crecer como él esperaba. Pero las previsiones del ministro siempre son buenas. Esto es lo que pasa siempre. Ahora, ¿si la crisis actual puede alcanzarnos? Yo creo que sí. No en la forma dramática como nos ha alcanzado en otros momentos, porque tenemos reservas y porque el epicentro de la crisis no está acá, está allá. Pero ya está alcanzando, ya está afectando. Porque la inestabilidad de los mercados nos afecta, mañana o pasado puede que haya disminución del flujo de capitales. Pero especialmente lo que puede afectar es si hay una detracción más fuerte que alcance a China. Porque China fue una especie de salvación para toda la región. Los chinos comen más y necesitan minerales, y nosotros producimos comida y tenemos minerales.
-¿Cómo se imagina el futuro de la región?
-La región toda pasa por un momento positivo. No es por el gobierno tal o el gobierno cual. Porque esto viene del boom anterior de la economía mundial y de la continuidad de ese boom en China. Además de que también hicimos ajustes fiscales. De una manera u otra la gente aprendió a gastar más equilibradamente sus presupuestos. En promedio la región saldó su deuda externa, aprendió a controlar sus presupuestos y algunos países aprendimos también a redistribuir mejor la renta. En base a programas que son llamados de "income transfer", de transferencias de dinero a la población. Yo inicié esos programas en Brasil, y Lula los llevó al extremo.
-¿Cree que esos mecanismos son efectivos para mejorar la economía?
-Son positivos, pero hay que también estar alerta, porque eso no es desarrollo, eso es transferencia de renta, y no hubo un crecimiento correspondiente de la economía con vigor suficiente para no necesitarlos. Salvo quizás en Chile, donde hubo un progreso más visible, en los demás países son parches. Son buenos parches, llevan a ese alivio de la presión, pero no significa que el país esté consolidado en una economía de mercado.
-¿Se puede pensar en sacar esas transferencias?
-Yo creo que es muy difícil. Porque, por una parte, todavía la situación las requiere. Y si se sacan, la gente pierde mucha capacidad de compra y sería desastroso. Por otro lado, tampoco la gente aceptaría que se las quiten, y ese es un lado un poco perverso, por eso las transferencias de dinero se deben hacer con criterio. Para la gente que ya tenga posibilidades de mantenerse por sí mísma, se deben ir bajando.
-¿Cómo ve al presidente José Mujica?
-No lo conozco personalmente. Lo veo como un tipo simpático. Parece una persona sencilla, de sentido común, que habla lo que piensa. Y que en conjunto es más bien un tipo libertario, más que dogmático.
-Quizás se parezca a Lula en que ambos provienen de la militancia radical pero no aplicaron medidas tan radicales.
-Lula nunca fue radical. Nunca tuvo militancia ninguna de izquierda. Él empezó en eso cuando el régimen ya estaba liquidado. Lula era un líder sindical. Un "trade unionist".
-Pero de concepciones radicales.
-Tampoco, no. Lula nunca fue radical. Lula habla cosas radicales, pero no es. En su comportamiento nunca fue radical. Siempre fue negociador. Lula era un líder sindical que negociaba. Y no tiene una concepción propiamente de izquierda. Lula quiere el bien general. Eso sí se aplicaría a Dilma. Ella sí tenía una visión de izquierda. Y sin embargo, ahora cambió. La gente cambia con las posiciones que ocupa. Eso no significa que no tenga sus principios, pero sabe que la vida también obliga a ciertos ajustes.
-¿A usted le pasó algo parecido?
-En mucho menor escala. Yo nunca fui radical en ese sentido. Yo todavía me considero de izquierda, en el sentido de una izquierda moderna, que no tiene que ver con el estatismo, con la idea de que el Estado soluciona todo. Es una izquierda más liberal. Creo que el gobierno debe tener algunos instrumentos de regulación. Pero siempre con cuidado de evitar el control corporativo. Ese es el gran enemigo de la democracia: el corporativismo. O sea, grupos que se organizan, que hablan como si fuera en nombre de la sociedad pero en realidad hablan por sus propios intereses. Y la izquierda contemporánea es muy corporativa.
-En un momento de fuertes inversiones en Uruguay el gobierno plantea un impuesto a la tierra. ¿En Brasil hay políticas similares?
-El movimiento de los Sin Tierra es fuerte, aunque ahora perdieron mucha fuerza. Yo siempre he sido partidario de la reforma agraria. Y la hicimos en Brasil, y Lula la mantuvo. Pero eso tiene límites. Porque hay que darle tierras a los que saben trabajarlas. Y hay que vincularlos a la economía de mercado. Yo creo que hoy la presión sobre la tierra es más que nada política. Entonces se ponen invasiones sin sentido, algunas de cariz nítidamente regresivo. Creo que es una demostración de atraso cultural. Hay un sector de la izquierda que se volvió regresista. ¿Quién se imagina que en el mundo actual todavía es posible crear una agricultura en base a unidades familiares pequeñas? Normalmente son medidas más en un sentido simbólico de agresión al principio de propiedad, que propiamente en miras de mejorar la productividad o las condiciones de vida de las personas.
-En cuanto al Mercosur, ¿cree que en los últimos tiempos se ha vuelto un bloque más político que económico?
-Sí. No tanto el Mercosur como la Unasur. Cuando yo estaba en el gobierno, me di cuenta de que el Mercosur no marchaba bien, porque quedó a mitad de camino. La idea de crear una unidad aduanera fue ambiciosa, pero nunca lo logramos completamente, por las perforaciones, porque cada país hace sus excepciones. Luego no hemos progresado realmente en la interconexión de los capitales. No progresamos en la distribución del proceso productivo en el espacio geográfico; hay una enorme concentración en Brasil. Durante mi gobierno propuse crear ejes de desarrollo infraestructural, de carreteras, energía y telecomunicaciones. Hicimos la conexión de gas con Bolivia, interconectamos la red con Argentina. Fue un comienzo. La idea era que la unión fuera basada en intereses comunes en la parte económica. Ahora se desplazó esta preocupación económica por una preocupación política. ¿Unidad política frente a quién? A Estados Unidos. Y eso perdió un poco de sentido también, porque Estados Unidos ya no tiene el rol que tenía antes.
-Uruguay mantiene algunos diferendos con Argentina, en cuanto a trabas comerciales y desacuerdos energéticos. ¿Qué postura cree que debería tomar Brasil como socio principal del Mercosur?
-Creo que Brasil en esas materias no ha estado a la altura de su porte. Porque empezó a hablar mucho de liderazgo, pero los líderes tienen que actuar, y no hemos actuado. En el caso de la papelera (Botnia) no hemos actuado y dejamos espacio para que otros tomaran el lugar. Brasil tiene la cosa un poco ambigua de tener simultáneamente la visión de liderazgo y el miedo de que ese liderazgo le cueste resentimiento. Entonces queda un poco al margen. Igual pasó con Bolivia, que nos ha expropiado Petrobras. Y nosotros lo aceptamos. Brasil tiene siempre esa ambigüedad, entre asumir su rol y querer ser amado por todos.
"Brasil está anestesiado, sobre todo en cuanto a la corrupción".
Veo a Mujica como un tipo simpático. Parece una persona que habla lo que piensa y un tipo libertario más que dogmático".
Lula nunca fue radical. Habla cosas radicales, pero no es. Lula no tiene una concepción de izquierda, quiere el bien general".
Gremios no aceptan evaluación
-¿Qué situación enfrenta Brasil en materia educativa?
-El tema está todo el tiempo sobre el tapete. Lo que pasa es que tenemos por primera vez que contar con la masificación de la educación. En Brasil las escuelas han sido siempre escuelas de elite, para pocos. Eso no se justifica más. Entonces eso requiere metodología, estandarización, utilización de algunos elementos electrónicos, computadoras, etc. Y en el caso brasileño hay otro problema. Principalmente por las grandes migraciones internas y por la movilidad social muy fuerte, las familias no tuvieron el mismo entrenamiento que tienen los niños. Entonces no tienen cómo darles soporte. Y la cultura tradicional se rompió. La gente se da de frente con la modernidad, sin un colchón. Entonces eso hace que la escuela tenga un sobrepeso.
-¿Hay choques con los sindicatos?
-Sí, hay mucha resistencia sindical. Por ejemplo, no aceptan, no les gusta vincular la remuneración al desempeño. No les gusta la evaluación. Pero no hay buena educación sin evaluación.
-¿Qué medidas se podrían tomar ante la falta de mano de obra calificada?
-Creo que abrir más las puertas a la mano de obra calificada de otros países. Es un buen momento para eso y Brasil hoy atrae mucha gente. Nuestras leyes son muy restrictivas y no debieran de ser. Debieran de ser como fueron en otras épocas y como hicieron los norteamericanos para atraer más gente de afuera. Pero eso no se sustenta a largo plazo, hay que formar gente de todas maneras. Y ahí hay cuellos de botella.

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