
El documental The Animals Film (1981) estimula la reflexión, pero conviene consumirlo en ayunas. "Creo que sigue siendo una película con gran resonancia", escribió Victor Schonfeld (codirector junto a Myriam Alaux) en una columna que publicó el periódico The Guardian con el motivo de la reedición en 2007 del film. "Al observar con una mirada implacable el destino de los animales en un mundo dominado por los humanos, vemos cómo nuestra especie es capaz de infligir un vasto sufrimiento con las racionalizaciones más endebles", continuó.
En particular en Uruguay, 29 años después del lanzamiento del documental británico, el tema tiene una singular vigencia. El año pasado el Parlamento aprobó una ley de tenencia responsable (Nº 18.471) y otra de utilización de animales en actividades de experimentación, docencia e investigación científica (Nº 18.611). Estas normas abarcan desde la responsabilidad del "tenedor" de un animal de no abandonarlo y la obligación de que un veterinario esté presente en los sacrificios durante ritos religiosos, hasta la restricción de la experimentación a "los procedimientos efectuados en animales vivos, buscando la elucidación de fenómenos fisiológicos o patológicos".
Como en todo material ideológico, The Animals Film no aborda las distintas posturas vinculadas a lo que los autores definen como "explotación animal", es decir, el uso de animales para compañía, entretenimiento, deporte, moda, alimentación y ciencia. Por ende, la película adoctrina en vez de mostrar el fenómeno con todas sus complejidades. Por ejemplo, entre los experimentos que muestran están los de Roger Ulrich, especialista en psicología del comportamiento: "En los años 60 y principios de los 70, las investigaciones de Ulrich en Estados Unidos con financiación militar sobre agresión incluyeron congelar, quemar, dejar hambriento y dar electroshock a monos, ratas y gatos", explica la voz en off, a cargo de la actriz Julie Christie (Doctor Zhivago, Descubriendo el país de Nunca Jamás).
Las imágenes en primer plano del llamado mono tití atacando, autoagrediéndose y generando conductas psicóticas neuróticas debido al dolor provocado por el equipo de Urlich, producen la empatía instantánea del espectador sensible. No por casualidad estas investigaciones se desarrollaron en tiempos en que Estados Unidos peleaba en la guerra de Vietnam y enseñaba métodos de tortura en los regímenes autoritarios de América del Sur.
Pero lo que no explica el documental es que durante esos mismos años la ciencia logró que la tasa de supervivencia de 5 años de los niños con leucemia subiera del 4% al 70% entre 1960 y 1985, usando animales de experimentación. O que la combinación de drogas y técnicas quirúrgicas, también aprendidas con animales, en el tratamiento de enfermedades coronarias, salvaron la vida de 671.000 personas entre 1968 y 1986 sólo en Estados Unidos. Y estos datos de la Massachusetts Society for Medical Research son apenas dos ejemplos de los avances alcanzados.
CUESTIÓN FILOSÓFICA. Por sobre las inquietantes imágenes del documental, que según una crítica del diario británico The Times están "más allá de cualquier trabajo imaginativo de terror o ciencia ficción", y por sobre la deliberada falta de objetividad, The Animals Film tiene valor como declaración filosófica. En sus 130 minutos de duración deja establecida la postura biocentrista más radical, la cual en el último año ha ganado adherentes y visibilidad pública en Uruguay.
Sólo en 2009 el Frente de Liberación Animal, grupo de activistas por los derechos de los animales con células en todo el mundo, llevó a cabo ocho acciones directas en Uruguay. Las mismas incluyeron grafitear las paredes y cartelería del zoológico de Villa Dolores, prender fuego las vitrinas de una peletería, amenazar a una científica del Instituto Pasteur e irrumpir en un criadero de aves para sacar de las jaulas a más de 20 cotorras.
En la película también se muestra un grupo de acción directa entrando a la fuerza en una institución de investigación agrícola en Inglaterra, donde había chanchos encerrados en pequeños espacios con implantes en la cabeza. La secuencia de 12 minutos por la que los directores debieron luchar para evitar su censura en la primera transmisión por televisión del documental en 1982, fue removida de la reciente reedición. Schonfeld escribió en su mencionada columna: "Lo hice porque The Animals Film trasciende las tácticas y porque luego del 11 de setiembre lo último que necesitamos es otro movimiento que ha perdido la razón y la capacidad de persuasión".
El aspecto más filosófico del documental está dado por las entrevistas a distintos autores que con los años se convirtieron en la fundamentación ideológica de estos movimientos sociales, como Peter Singer, Tom Regan y Richard Ryder. Este último dice: "Si todos podemos sufrir, entonces todos deberíamos recibir el mismo respeto, tener los mismos derechos".
ARCHIVO. Además de la extensa investigación llevada a cabo para el documental, el cual cuenta con una cantidad abrumadora de cifras sobre el uso de animales, se destacan las imágenes de archivo: filmaciones gubernamentales secretas, avisos publicitarios, propagandas y animaciones.
Por ejemplo, un video de 1946, luego de la explosión de las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki, muestra cómo el gobierno estadounidense puso distintos animales en barcos en la zona para estudiar las consecuencias del envenenamiento por radiación. Otra filmación antigua muestra a decenas de estudiantes con bates de béisbol entrando a un corral para matar a cientos de conejos a golpes, entre carcajadas.
Cuando se aborda el tema de la producción avícola, aparecen fragmentos del corto de Walt Disney La granja de huevos de Alicia (1925). En la animación las gallinas se rebelan contra Alicia, la niña dueña de la granja, y su gato Julius, que saca el látigo cuando las gallinas se ponen "perezosas". Las ponedoras hacen una huelga en reclamo de "jornadas más cortas" y "huevos más chicos", que hace peligrar el negocio. Tan poco conocido es este corto, que en 2005 fue editado por la compañía bajo el título de Rarezas de Disney.
TRAS 29 AÑOS. Para Schonfeld, "desde la primera proyección del film, han habido algunos cambios: las pruebas de cosméticos en animales fueron frenadas en Gran Bretaña, cazar con sabuesos pasó a ser ilegal allí, millones de personas se volvieron vegetarianas, y Estados Unidos ha dado pasos para suavizar algunas de las prácticas más duras de la industria agrícola".
En realidad, las legislaciones en los distintos países, donde Inglaterra siempre ha tenido la delantera, han permitido más mejoras en el trato a los animales de las mencionadas por el director. Las principales revistas científicas internacionales, por citar un caso, no publican trabajos donde no se cuidó el bienestar de los animales, se les dio sufrimiento innecesario o se usaron más de los estadísticamente necesarios. Publicar para los investigadores es la forma de validar sus resultados, ganar el reconocimiento de la comunidad y conseguir financiación.
Para los biocentristas, igual no es suficiente. En palabras de Schonfeld: "La explotación de los animales no es natural ni inevitable, pero muchos de nosotros nos agarramos de excusas ligeras para defenderla porque la razón fundamental por la que infligimos sufrimiento a otras especies no se dice. Como J. M. Coetzee expresó en Las vidas de los animales, lo hacemos porque podemos salirnos con la nuestra".
En particular en Uruguay, 29 años después del lanzamiento del documental británico, el tema tiene una singular vigencia. El año pasado el Parlamento aprobó una ley de tenencia responsable (Nº 18.471) y otra de utilización de animales en actividades de experimentación, docencia e investigación científica (Nº 18.611). Estas normas abarcan desde la responsabilidad del "tenedor" de un animal de no abandonarlo y la obligación de que un veterinario esté presente en los sacrificios durante ritos religiosos, hasta la restricción de la experimentación a "los procedimientos efectuados en animales vivos, buscando la elucidación de fenómenos fisiológicos o patológicos".
Como en todo material ideológico, The Animals Film no aborda las distintas posturas vinculadas a lo que los autores definen como "explotación animal", es decir, el uso de animales para compañía, entretenimiento, deporte, moda, alimentación y ciencia. Por ende, la película adoctrina en vez de mostrar el fenómeno con todas sus complejidades. Por ejemplo, entre los experimentos que muestran están los de Roger Ulrich, especialista en psicología del comportamiento: "En los años 60 y principios de los 70, las investigaciones de Ulrich en Estados Unidos con financiación militar sobre agresión incluyeron congelar, quemar, dejar hambriento y dar electroshock a monos, ratas y gatos", explica la voz en off, a cargo de la actriz Julie Christie (Doctor Zhivago, Descubriendo el país de Nunca Jamás).
Las imágenes en primer plano del llamado mono tití atacando, autoagrediéndose y generando conductas psicóticas neuróticas debido al dolor provocado por el equipo de Urlich, producen la empatía instantánea del espectador sensible. No por casualidad estas investigaciones se desarrollaron en tiempos en que Estados Unidos peleaba en la guerra de Vietnam y enseñaba métodos de tortura en los regímenes autoritarios de América del Sur.
Pero lo que no explica el documental es que durante esos mismos años la ciencia logró que la tasa de supervivencia de 5 años de los niños con leucemia subiera del 4% al 70% entre 1960 y 1985, usando animales de experimentación. O que la combinación de drogas y técnicas quirúrgicas, también aprendidas con animales, en el tratamiento de enfermedades coronarias, salvaron la vida de 671.000 personas entre 1968 y 1986 sólo en Estados Unidos. Y estos datos de la Massachusetts Society for Medical Research son apenas dos ejemplos de los avances alcanzados.
CUESTIÓN FILOSÓFICA. Por sobre las inquietantes imágenes del documental, que según una crítica del diario británico The Times están "más allá de cualquier trabajo imaginativo de terror o ciencia ficción", y por sobre la deliberada falta de objetividad, The Animals Film tiene valor como declaración filosófica. En sus 130 minutos de duración deja establecida la postura biocentrista más radical, la cual en el último año ha ganado adherentes y visibilidad pública en Uruguay.
Sólo en 2009 el Frente de Liberación Animal, grupo de activistas por los derechos de los animales con células en todo el mundo, llevó a cabo ocho acciones directas en Uruguay. Las mismas incluyeron grafitear las paredes y cartelería del zoológico de Villa Dolores, prender fuego las vitrinas de una peletería, amenazar a una científica del Instituto Pasteur e irrumpir en un criadero de aves para sacar de las jaulas a más de 20 cotorras.
En la película también se muestra un grupo de acción directa entrando a la fuerza en una institución de investigación agrícola en Inglaterra, donde había chanchos encerrados en pequeños espacios con implantes en la cabeza. La secuencia de 12 minutos por la que los directores debieron luchar para evitar su censura en la primera transmisión por televisión del documental en 1982, fue removida de la reciente reedición. Schonfeld escribió en su mencionada columna: "Lo hice porque The Animals Film trasciende las tácticas y porque luego del 11 de setiembre lo último que necesitamos es otro movimiento que ha perdido la razón y la capacidad de persuasión".
El aspecto más filosófico del documental está dado por las entrevistas a distintos autores que con los años se convirtieron en la fundamentación ideológica de estos movimientos sociales, como Peter Singer, Tom Regan y Richard Ryder. Este último dice: "Si todos podemos sufrir, entonces todos deberíamos recibir el mismo respeto, tener los mismos derechos".
ARCHIVO. Además de la extensa investigación llevada a cabo para el documental, el cual cuenta con una cantidad abrumadora de cifras sobre el uso de animales, se destacan las imágenes de archivo: filmaciones gubernamentales secretas, avisos publicitarios, propagandas y animaciones.
Por ejemplo, un video de 1946, luego de la explosión de las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki, muestra cómo el gobierno estadounidense puso distintos animales en barcos en la zona para estudiar las consecuencias del envenenamiento por radiación. Otra filmación antigua muestra a decenas de estudiantes con bates de béisbol entrando a un corral para matar a cientos de conejos a golpes, entre carcajadas.
Cuando se aborda el tema de la producción avícola, aparecen fragmentos del corto de Walt Disney La granja de huevos de Alicia (1925). En la animación las gallinas se rebelan contra Alicia, la niña dueña de la granja, y su gato Julius, que saca el látigo cuando las gallinas se ponen "perezosas". Las ponedoras hacen una huelga en reclamo de "jornadas más cortas" y "huevos más chicos", que hace peligrar el negocio. Tan poco conocido es este corto, que en 2005 fue editado por la compañía bajo el título de Rarezas de Disney.
TRAS 29 AÑOS. Para Schonfeld, "desde la primera proyección del film, han habido algunos cambios: las pruebas de cosméticos en animales fueron frenadas en Gran Bretaña, cazar con sabuesos pasó a ser ilegal allí, millones de personas se volvieron vegetarianas, y Estados Unidos ha dado pasos para suavizar algunas de las prácticas más duras de la industria agrícola".
En realidad, las legislaciones en los distintos países, donde Inglaterra siempre ha tenido la delantera, han permitido más mejoras en el trato a los animales de las mencionadas por el director. Las principales revistas científicas internacionales, por citar un caso, no publican trabajos donde no se cuidó el bienestar de los animales, se les dio sufrimiento innecesario o se usaron más de los estadísticamente necesarios. Publicar para los investigadores es la forma de validar sus resultados, ganar el reconocimiento de la comunidad y conseguir financiación.
Para los biocentristas, igual no es suficiente. En palabras de Schonfeld: "La explotación de los animales no es natural ni inevitable, pero muchos de nosotros nos agarramos de excusas ligeras para defenderla porque la razón fundamental por la que infligimos sufrimiento a otras especies no se dice. Como J. M. Coetzee expresó en Las vidas de los animales, lo hacemos porque podemos salirnos con la nuestra".
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