martes, 24 de mayo de 2011

Bob Dylan cumple 70 Años



Bob Dylan cumple hoy setenta años. Aficionados que utilizan la edad de su ídolo para calcular su propio descorazonador envejecimiento, pueden sentirse golpeados por que sea tan viejo, pero para muchos de nosotros siempre ha estado aquí.
En realidad, nunca fue joven, O tal vez fue mucho más viejo que ahora, y está más joven que nunca.
Andrew Marvell, escribiendo sobre John Milton, temía que pudiera "arruinar las verdades sagrada con fábulas y viejas canciones". La tendencia de Dylan, especialmente en las etapas iniciales de su carrera, apuntaba en una dirección opuesta.


Haciendo a un lado la fastidiosa vocación por las antigüedades del "revival folk", restauró la extrañeza y la sublimidad de las viejas canciones, haciéndolas incluso nuevas. Embaucador y engañoso en un medio que valoraba la autenticidad y la relevancia ideológica como criterios supremos, difuminó cualquier distinción fácil entre protesta y surrealismo, parodia y hondura.
Marvell advirtió también acerca de Milton que "temía confundir las cosas que quería explicar/y que era fácil volver vanas". Esto describe el método de Dylan y, con casi igual acierto, su propia persona. Siempre ha sido un virtuoso del enigma y la oscuridad, especialmente cuando habla claro. Entre sus escritos no musicales, la extrañeza de su burlona, desconcertante, medio absurda novela Tarántula palidece al lado de la factual autobiografía Chronicles.
Igualmente, mientras los dylanófilos con vocación cinematográfica quisieran mostrar como ejemplo las excentricidades de Renaldo and Clara o Masked and anonymous, o el brillantemente elusivo caleidoscopio de Todd Haynes I`m not there, el más profundo misterio de Bob Dylan se expresa más adecuadamente de manera documental.
A partir de mañana, Film Forum ofrece un doble programa del Dylan literal, integrado por Don`t look back (1967) de D.A. Pennebaker, y The other side of the mirror, compendio de Murray Lerner de materiales provenientes de conciertos en el Newport Folk Festival en los tempranos sesenta. Ambas películas iluminan los aspectos traviesos y mercuriales de la personalidad de Dylan al tiempo que proporcionan una irrefutable evidencia de su enorme destreza musical, junto con la prueba incidental de que también era en ese momento un hombre joven.
Pennebaker, siguiendo a Dylan en su viaje por Inglaterra en 1965, emplea los recursos de la cámara al hombro y la mosca en la pared del "cinema verité" para captar los grandes y pequeños absurdos de la moderna cultura de la celebridad. Las imágenes en blanco y negro, los lentes de sol y los cigarrillos pueden impartir, a ojos modernos, un aire de época, pero el básico acertijo existencia de la vida a la luz de los reflectores no ha cambiado mucho.
Don`t look back es tan perfecta y profética que Haynes, en partes de I`m not there, solamente tuvo que restaurar cosas que Pennebaker había captado. Viendo el original con la perspectiva de I`m not there, uno queda sorprendido por la capacidad de Bob Dylan para encarnar a Cate Blanchett.
Como A hard day`s night (y, acaso, las películas contemporáneas de Jean-Luc Godard) Don`t look back resulta asombrosamente actual. Algo continúa ocurriendo, y si uno no sabe exactamente qué es, puede decirse que tiene que ver con la tensión entre el peso de las tradiciones musicales y la ligereza de la moderna cultura pop. El centro de gravedad está cambiando, o las leyes físicas han sido reescritas complicando nuestra capacidad para distinguir lo serio de lo trivial, y la realidad del artificio.
Y tal vez no sea necesario. En The other side of the mirror, Dylan, delgado y poco seguro de sí mismo, se muestra en New-port, según el año y el punto de vista, como un joven pretendiente, un príncipe coronado o un renegado. Aparece afectuoso con Joan Baez y también distanciándose de ella, y su más notorio momento de apostasía (tocar una guitarra eléctrica en un festival "folk") resulta ser algo muy diferente de lo que la leyenda hace pensar.
Lo más difícil de creer puede ser empero lo que resulta más evidente: que este chico de Minnessota, con apenas 25 años, era capaz de absorber tanto de la historia del mundo y de la música, y convertirlo en canciones que pueden durar hasta el día del juicio.

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