Más que el llanto contenido tres años y medio que soltó después que haber sido leído el fallo unánime -e inobjetable- de los jurados, quizá lo más gráfico fue el apretado abrazo que le dió a su rival ni bien terminó el combate. No la soltaba.
Es que, más que ganarle bien, con un trabajo sobrio, firme, bien planificado e igualmente desarrollado a cabo, Christian Namús anoche en el Centenario le ganó a un fantasma. Ese que desde el fatídico 8 de agosto de 2009 le había rondado en su mente, como le ocurre a todo boxeador que pierde por primera vez por nocaut.
Esta vez fue diferente, fundamentalmente, porque Namús no fue casi nunca al juego de Lely Luz Flores: hizo prevalecer su mayor alcance de brazos y, con jabs y rectos, mandó en la mayoría de los rounds y en la larga distancia.
Sin embargo, en eso radica, precisamente, el valor y la solidez de su triunfo: mantuvo a raya a la colombiana; y cuando no fue así, salvo en esos pasajes en los que se llegó a ver desbordada, pegó más y mejor, anticipándose, también retrocediendo o, tras un buen juego de cintura, saliendo hacia los costados. Así ganó. Así, en suma, se sacó la espina. Se sacó las ganas.No fue fácil. Es más, en las tarjetas oficiales la uruguaya se impuso 99/92, 99/92 y 99/91, mientras que en la de Ovación terminó adelante por tres puntos: 97/93; lo dijo ella misma "sentí varias manos", con las cuales Florez le ganó, mínimo, tres asaltos.
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