
Era la noche para resurgir. Para encender la luz de la ilusión. Para confirmar la fuerza del equipo que se había armado.
Era la noche para que Juan Manuel Olivera volviera a convertirse en un cazador mortal. Para que Matías Mier exhibiera la técnica de su pierna izquierda. Para que los muchachos del medio hicieran ver cuál es el peso de la camiseta aurinegra.
Era la noche para que los de la zaga enterraran todos los cuestionamientos que se hicieron sobre su escasa resistencia a los envíos aéreos. Para que Sebastián Sosa confirmara que el arco le pertenece. Era la noche para demostrarle al continente que la ambición de hacer una buena Copa no se sustenta únicamente en el rico historial.
Todas las cosas fueron confirmadas a partir del notable comienzo. Con control del balón, con un equipo que apuró de entrada y que metió un golpe al mentón de toda Mendoza.
Y lo mejor es que después de ese gol, con la vieja y querida estrategia de quedarse bien juntitos, cerrando caminos, pero metiendo el pie en el acelerador Peñarol le dio a Godoy Cruz el mensaje de que su noche iba a ser una tortura.
Que lo fue, porque ni aún con el empate logrado por la única macana que se mandó Carlos Valdez en el partido hubo respiro y tranquilidad para el dueño de casa. El azote de Mier, la potencia de Olivera y los piques de Martinuccio (en la segunda mitad) despedazaron las fortalezas de los dirigidos por el "Polilla" Da Silva. Si habrá sido una noche tan tenebrosa para los anfitriones que lo único que supieron hacer es tirar y tirar centros. De todos lados y con poca eficacia.
Se ve que nadie les avisó que allá en el área perdían siempre, porque insistieron con esa fórmula. Además, sumaron más gente al ataque y se regalaron del todo atrás.
Gracias a ello, Mier, Olivera, Aguiar y Martinuccio encontraron grietas por todos lados. Y, por suerte, esta vez no hubo perdón de ninguna especie. A diferencia de lo que había ocurrido en la primera mitad, Peñarol le tiró la última piña a Godoy Cruz para mandarlo a la lona.
Así, con el 3-1 de visitante dejó un mensaje: "acá estoy yo".
La cifra
10 partidos pasó sin ganar en el exterior por Libertadores: el último había sido 2-0 ante San Lorenzo en 2002.
La estrella
M. Mier
Fantástica labor. Desequilibró con sus piques y centros. Incontrolable.
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