En una trágica jornada de cacería en Paysandú, un joven aficionado, de 28 años, murió al ser alcanzado por una bala disparada por un "baqueano" local que oficiaba de guía, y que confundió a la víctima con un jabalí.
El hombre de 42 años y de iniciales M.I.B.C., que se desempeñaba como guía "experto" en cacerías, fue procesado con prisión en la tarde ayer, como autor de un homicio culposo, por el juez subrogante Javier Book.
El fatal accidente de caza ocurrió al norte del Saladero Guaviyú, en un monte perteneciente al establecimiento San Andrés, al que el grupo, integrado por el guía y otros dos cazadores, habían ingresado sin la debida autorización.
La víctima, Pedro Bernotti, había llegado desde Dolores (Soriano) con un compañero el domingo. Habían coordinado encontrarse con quien a la postre resultó ser su matador, en la zona del Saladero Guaviyú, para desde allí dirigirse en un bote a motor, ocho kilómetros al norte por el río Uruguay, hasta el establecimiento San Andrés, donde esperaban cazar ciervos.
El procesado es un conocido "baqueano", experto en la zona de montes "cerrados" y de difícil acceso, a los que desde hace unos 30 años lleva, como guía de cacería, a personas de todo el país e incluso aficionados provenientes de Argentina.Los tres llevaban armas tipo fusiles de grueso calibre. Bernotti alcanzó a usar el suyo para cazar dos ciervos, pero su guía terminó disparando el suyo (un Mouser 308) para provocarle la muerte en forma accidental, con una bala que ingresó a su cuerpo por la axila izquierda y le perforó la aorta.
SE ESCUCHAN BALAZOS.
Según pudo saber El País, el hecho ocurrió al atardecer, después de casi una jornada de cacería conjunta y cuando los tres integrantes del grupo decidieron separarse para detectar más presas.
El amigo del fallecido y el guía relataron a la Policía que ellos permanecían aún juntos, cuando escucharon dos balazos. Se comunicaron por celular con Bernotti, para saber si él había sido el autor. Éste les respondió afirmativamente y les relató que había cazado dos ciervos.
Mientras sus compañeros acudían al lugar, todavía a unos 65 metros de distancia, el guía detectó un movimiento extraño entre los arbustos y presumió que se trataba de un jabalí. Disparó, e inmediatamente escuchó el grito desesperado de su víctima.
Ambos se acercaron corriendo para verificar que se trataba de Bernotti. Lo encontraron yaciendo encima de los dos ciervos cazados.
Inmediatamente regresaron a la embarcación, para llegar hasta el campamento donde tenían la camioneta y con ella acercarse a la comisaría de Quebracho. Allí relataron lo ocurrido y entregaron las armas. Entonces comenzó el operativo policial de investigación que quedó a cargo de la seccional de Chapicuy.
Según el relato, los investigadores, guiados por M.I.B.C., se trasladaron hacia el monte y cruzaron una portera para acceder al sitio donde se hallaba el cadáver, a unos 700 metros y a unos 20 kilómetros al sur del casco del establecimiento, en una zona agreste.
EXPERTO.
La reputación de M.I.B.C. es reconocida en la región. Desde que era niño, hace unos 30 años, se dedica a servir de guía a aficionados a la cacería por montes y predios de difícil acceso, muchas veces sin permiso de sus propietarios.
Su fama de baqueano se ha transmitido de boca en boca entre los círculos dedicados a esta actividad.
Sus clientes suelen provenir de otros departamentos del país, pero también desde Argentina. Es frecuente que lleguen cazadores desde la vecina ciudad de Colón. Arriban en embarcaciones hasta la isla que está frente al Saladero Guaviyú y allí los espera M.I.B.C. para internarlos en los montes.
Fuentes de la investigación comentaron a El País que sus honorarios varían, pero que no parecen ser onerosos. Su vida es muy austera. Su familia vive en una vivienda precaria en Quebracho y él pasa la mayor parte del tiempo acampando en el monte, especialmente en la zona del saladero. Muchas veces el pago que percibe es la carne del animal cazado, que él faena para vender o consumir.
Su actividad, por tanto, también tiene su lado vidrioso y varias veces ha estado en la mira de la Policía. Los motivos son muchos: ingreso sin autorización a propiedades privadas o cazar sin permiso, o matar animales no permitidos.
También, en diversas ocasiones, la policía ha intentado constatar que utilizaba armas sin la debida documentación. Sin embargo, dijeron a El País las fuentes consultadas, "él solía esconderlas en sitios a los que solo él sabía acceder".
El arma con la que mató a Bernotti era una de ellas. Como las otras, no estaba registrada.
La cifra
666 es el número de serie del rifle del que partió la bala que dio muerte al joven cazador. Carecía de registro, según la Policía.
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